Enero a cero...

Enero siempre me ha costado un poco, un poco mucho, la verdad.

Con él, han llegado los días de frio, de letargo, de incertidumbre y mi primer sabañón del año.

Es el mes en el que los propósitos que apuntamos en un papel, (y a lápiz, por si acaso) aunque no les cumplamos, sí que nos pellizcan un poquito el pecho demostrándonos que nosotros (y no solo los demás) también tenemos “matices que pulir”.

Creo, que al igual que deberíamos hacer con las personas, a enero hay que vivirlo y entenderlo para después juzgarlo y no al revés; Porque quizá ese sabañón me está demostrando que estoy muy viva, ese letargo me está cuidando las fuerzas y esa incertidumbre me está diciendo que aquí hemos venido a aprender.

Pasamos estos 31 días de puntillas, sin darnos cuenta que sus cero grados están llenos de sol, la lumbre tiene un color más vivo, sus días van robando minutos a las noches, el chocolate caliente está aun mas rico y su calma hace que esa conversación pendiente de finales de verano encuentre su hueco.

Ya hemos vivido 29 días de sus 31 y a mí, me ha regalado abrazos, nieve, sonrisas, paseos, atardeceres increíbles, frio, reencuentros, castañas asadas, el olor a un libro nuevo y los cero grados de la mayoría de sus noches para recordarme que enero no es de acero sino a cero que es el mejor punto de partida.

 

Y como dijo Franz Kafka “Empieza ya a ser quien eres en vez de calcular quien serás”