Benditas imperfecciones...

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros.
Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba todo el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua. Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.”
El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente: “Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.”
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo del trayecto, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Madre. Si no fueras exactamente cómo eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.”

Leí este cuento hindú de la vasija rota y me pareció tan bonito que me apetecía compartirlo…
Benditas imperfecciones… Siempre creí que si todos fuésemos iguales la vida sería taaaaaan aburrida y sobre todo si todos fuésemos tan perfectos ¿Quién se encargaría de regar las flores que nos vamos encontrando por el camino?
Para mí un día perfecto es un día de verano con un sol radiante, un café después de comer, un paseo al atardecer, una conversación pendiente… Pero al final he comprendido que también puede ser un día perfecto cuando 24 horas no son suficientes, cuando la nieve no cesa y solamente te deja disfrutar de una tarde de manta y libro, cuando un día de abril no deja de llover y te das cuenta que el pelo rizado no te queda tan mal y pisar charcos es más divertido de lo que recordabas…
Estoy orgullosa que nadie de la gente que me rodea sea perfecta y sobre todo creo que eso hace que el vínculo sea aún más especial. Siempre nos dirigimos a las personas que no son como el gran rebaño como diferentes, como discapacitados, como “raros”.
Gracias a esa persona que no ve, sabemos que sólo es necesario oler una rosa para saber lo bonita que es…
Gracias a esa persona que no sabe leer nos hemos dado cuenta que es más bonito que te lean y tú mientras te evades a otro lugar…
Gracias a esa chica que una vez me dijo que si la gente que vivimos en un pueblo llevamos pipa y boina sabemos que debe ser triste no haber pisado nunca una moñiga o ver como un renacuajo se convierte en rana…
Gracias a esa persona sorda sabemos que no hace falta oír cantar a los pájaros para saber que de su mano llega la primavera
Gracias a la inocencia de ese niño cuando pregunta por qué esa señora no tiene pelo mientras los adultos cuchichean porque nos demuestra que nosotros hacemos juicios de valor innecesarios…


“Pero ¿Acaso muchos jardines no son hermosos porque son imperfectos? (...) ¿No son las flores extrañas y exóticas que brotan por error o accidente tan placenteras como las que están bien cuidadas y delineadas?” Libba Bray

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