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Tierra...

  La que se tapa con un manto blanco en enero. La que se aletarga en febrero para regalarnos en marzo la vuelta a la vida del roble y del quejigo. La que en abril trasforma una oruga en una bonita niña celeste. La que celebra mayo pintando preciosos campos amarillos de colza. La que nos alarga los días en junio para disfrutar de su luz, porque además de increíble, es infinita. La que aprovecha julio para orquestar una melodía entre el gorrión, el grillo y el verdecillo.       La que en agosto nos pega la garabasta a la piel para contarnos bajito que el verano llegó a su mitad. La que nos ofrece en septiembre moras y endrinas. Ella llena la mesa, nosotros la rodeamos y la vivimos. La que, como cada octubre, nos recuerda su olor mas regio; el de las patatas recién sacadas.  La que guarda silencio en noviembre para escuchar el aullido del lobo. La que, en diciembre, nos roba horas de luz a cambio de tardes de chimenea. Soy de esta tierra;  Donde se puede parar el mun

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